lunes, 26 de mayo de 2008

Lechuga y Tomate

Sentado veo la vida pasar como en un autobús. Aunque además del autobús necesitamos rapidez mental para imaginar cómo pasa la vida mientras estamos sentados en él. Imaginarse como millones de posibilidades se abren si pensamos que cada uno de los seres que vemos tienen su propia vida, su propia historia, su camino. Que además, paradójicamente, a veces ese camino cruza el nuestro, a veces es uno paralelo, pero de eso se trata lo poco que tenemos en común. Se trata de que somos humanos. Con decir que somos humanos no estoy diciendo nada "bueno" o "positivo". Estoy diciendo solamente que somos de la misma especie. Ultimamente y talvez, desde siempre, nuestra especie se ha cansado de dejar en claro que no es muy humana que digamos. Y pese a quien le pese, somos todos responsables de esa contradicción, talvez también, la más grande de las contradicciones humanas.

Sentado como decía, veo pasar las cosas como si no fuera parte de ellas. Es que ese soy yo, si hay algo que me caracteriza es esa capacidad de alejarme y ver todo como si fuera un observador distante, uno de esos que Einsten habrá imaginado que estaba sentado en un fotón viajando a la velocidad de la luz. Tal vez, nuevamente, no tanto. Pero inevitablemente viajo, generalmente hacia arriba, y veo el hormiguero en el que vivimos, y suelo jugar con el futuro pensando a donde vamos. No creo que sea interesante la respuesta de ese juego y la verdad es que no tiene sólo una, pero muchos entenderán a qué me refiero con que ¨no creo que sea interesante la respuesta¨.

Sigo sentado, porque cuando me paro, ya no puedo tener la vista panorámica. El mundo, o la vida, o el Universo, para mí, comienza.

A este nivel de palabras, suele no haber mucho para decir. El infinito, el porqué de las cosas, la razón de la vida, en porqué del porqué del porqué suelen conducir al más profundo del silencio, el silencio de la ignorancia.

La verdad es que empecé a escribir por reírme de mi mismo, uno de los acontecimientos más saludables, mucho más que la lechuga y el tomate.

martes, 8 de abril de 2008

Muestra Grátis

Hace poco cumplí 30 años. Me pregunto si eso significa que estoy más viejo. Supongo que el solo hecho de preguntarme me coloca en desventaja. Pero digamos que soy más viejo “cronológicamente”. Puede sonar conformismo para algunos, pero para quien sabe que inevitablemente morirá un día, no es justamente el avance de la decrepitud, sino el aprovechamiento de los recursos, lo que me desvela. En ese desvelo, también surge la inquietante inquietud de la dicotomía o contradicción viejo – joven. ¿Seré aún joven para morir pero viejo para empezar a saltar en skate? Parece razonable. Y en esa trinchera caemos siempre en esta vida. De un lado están los que parece más amigables, pero no sabemos a ciencia cierta si eso garantizará una noche más de sueño. Así que vivimos con un ojo mirando a cada lado, pero no como vizcos sino con los ojos hacia fuera, incapaces de mirar centradamente y tomar decisiones 100% adecuadas. Somos errantes por principio y por principio no dejaremos de serlos aún con premio Nobel mediante. Doy ese ejemplo porque en el fondo, y cada vez más lejano en el fondo, siento que ganarse un premio de esos podría destacarnos de la multitud, en lo que también parece ser una característica nuestra por principio, la necesidad de destacarse. Tengo la esperanza de estar completamente equivocado y que digo esto porque es lo que me pasa personalmente y lo generalizo como buen egocéntrico y en ese caso, ya caeré en mi propia telaraña y lloraré lo que tenga que llorar. Pero talvez, para no ser tan general, haya un grupo (o grupete) de personas que piensan que destacarse en la humanidad es algo importante, algo que tienen que hacer. Y ese es otro punto muy interesante. Porque ya no se trataría de egocentrismo sino de ideología en la que el destaque tiene un profundo sentido de la vida, porque no es salir en la foto como el más alto de todos sino haber cumplido con el sueño de lograr un objetivo que inevitablemente atañe a todos y no puede pasar desapercibido, y, por lo tanto, termina siendo una especie de héroe. Pero todo esto ya pasó, digamos, es posible que todo sea posible, y lo que es más posible aún, es que yo esté equivocado.

En lo que no estoy equivocado es en que el país en el que vivo, la Argentina, es como una muestra grátis de nuestro planeta, como un barrio que lo resume. Talvez peco con esta afirmación porque la verdad es que no tenemos ejemplares de todas las culturas, no somos tan ricos, pero es útil la afirmación para construir una imagen de un país que increíblemente, está logrando “avanzar”. Y cada vez tengo más dudas sobre este avance, aunque no puedo negar que hemos estado, la mayoría de los vecinos de este barrio, bastante peor. Pero acá, como en Brasil, como en México y como en muchos países latinoamericanos, abunda la variedad. Y es tanta que pareciera que la palabra variedad no alcanza. Yo la mezclaría con diversidad, con heterogeneidad, con pluralidad y la resumiría en “una cosa de locos” para que algunos puedan entender de lo que estoy hablando. Hoy tenemos una presidente que carga un ropero cuyo costo, vestiría, no sé, voy a decir un número, 1000 personas decentemente. Es la misma que quiere pagar 2.500.000.000 de euros por un tren. También quiere legalizar las drogas ilegales para el consumo. Y talvez el aborto. Me parece increíble. Jamás me hubiera imaginado que una sólo persona sería capaz de sostener ideológicamente estas 4 cosas. Y diciendo esto no me queda otra opción que darme cuenta de la realidad. No hay “una política” de gobierno, no hay “un criterio”. Hay un gobierno tan heterogéneo como su propio pueblo. Es difícil pensar “seriamente” en el futuro con este panorama. Siempre lo pensé, pero escribirlo ayuda. A llorar talvez, pero siempre elegí saber. Así que prefiero llorar sabiendo, aunque la verdad es que salvo los cobardes por definición (no me refiero a nadie en particular), nadie se queda parado llorando. “¿qué hacer?” es una buena pregunta. Más que buena, automática. Pero bueno de eso se trata, preguntar y responder.

miércoles, 27 de febrero de 2008

Un pedazo de la Argentina

Esto no me está gustando mucho. El tren bala, Moyano vicepresidente del PJ, Moreno, el INDEC, De Vido, remate de empresas nacionales, subsidios, prohibición a la exportación, 5 M en 4 años. Se está poniendo pesada la cosa ¿Será que volveremos a caer nuevamente en nuestra historia del contrabando, mafia y corrupción? ¿Será que no salimos? Con dolor en el alma tengo que decir que es lo más probable, creer que la idiosincrasia argentina cambió es una ilusión en la que caímos muchos y muchas veces, porque es parte de sus “cualidades” la de ir cruzando de una vereda a otra como un borracho que no puede mantenerse en una línea más o menos recta. Unos años de esperanza, otro tanto de angustia. ¿Estaremos condenados a vivir así? ¿O estaré gloriosamente equivocado? Estoy en eso, como se debe notar. Simplemente no sé si los argentinos pueden cambiar. Si las personas pueden cambiar, o, mejor dicho, mucho mejor dicho, si ese cambio está en mi tiempo. Que podemos cambiar los sabemos y lo hacemos. Algunos más, otros menos. Algunos más rápido, otros a paso lento. Pero eso es parte de la diversidad. Una cuestión importante en este tema es nuestra historia. Cuán pesado es el bagaje histórico que tenemos desde nuestra infancia como cultura, como país. Cuánto nos pesan los años sometidos a la estupidez española, de saqueo y conveniencia. Vomitándonos los valores que hoy todavía permanecen en nuestro barrio, en nuestros pueblos. Los valores que yo detesto, pero los entiendo. Es a ese rumbo, el de un túnel muy oscuro pero que todos sabemos como termina, al que le tengo miedo. Salimos de una crisis, como hemos salido de otras, y estamos mejor, como lo hemos estado. Parece que bajo esta lógica, no queda otra opción que la de volver a caer. ¿O habremos aprendido algo? Que vivir en un país más justo se puede y depende sólo de nosotros. Sobretodo de nosotros individualmente, porque ya sabemos que no podemos pedirle justicia a los poderes, a las instituciones, a los polos empresarios. Ya sabemos que eso es perder tiempo, generar rabia, impotencia. Dejemos de exigir de los demás y comencemos a exigirnos a nosotros, pero no como obligaciones que nos pesen cumplir, sino como la única forma sana y justa de vivir.

miércoles, 20 de febrero de 2008

Bienvenido

Hola Germán. Bienvenido a las letras. Bienvenido a un lugar donde puedas rascarte y sacarte un poco las pulgas que molestan. Porque algunas está bien, pero se han excedido en número. En número y en especie. Cargo pulgas nuevas y viejas pero la verdad no me importa la edad. Lo que se hace pesado es la monotonía. Son pulgas y están siempre molestando. Molestan por que pican mi integridad, mi intelecto, mi alegría. Porque me recuerdan todo el tiempo que no estoy loco y que soy uno más. Porque me hacen sentir una porquería, un ser sucio. Me hacen sentir verguenza y a veces, seguidas veces, dolor. Porque también a veces me deprimo y quiero menterme en mi caracol almohada y dormir para olvidar de mis pulgas.

Pobres pulgas, no tienen nada que ver con mis pensamientos, con mi formación, con mí. Pero sirven para entender un poco lo que siento a veces, en este planeta tarado y en esta vida boba cuando pienso en la corrupción, en el engaño, en la violencia, en la soberbia, en el egoísmo, en la ambición, en la rabia...son todas pulgas cuando pienso demasiado. Y por más que a través del pensamiento logre sacarme algunas, siempre vuelven, porque existen.

Pero lo que queria decirte en esta bienvenida era que no te sientas solo. Todavia pueden llamarte la atención. Todavía pueden retarte y hacerte sentir un trapo. Todavía podés sentirte admirado de ser parte de tu especie. Lástima que te lo digo yo.

Germán