miércoles, 27 de febrero de 2008

Un pedazo de la Argentina

Esto no me está gustando mucho. El tren bala, Moyano vicepresidente del PJ, Moreno, el INDEC, De Vido, remate de empresas nacionales, subsidios, prohibición a la exportación, 5 M en 4 años. Se está poniendo pesada la cosa ¿Será que volveremos a caer nuevamente en nuestra historia del contrabando, mafia y corrupción? ¿Será que no salimos? Con dolor en el alma tengo que decir que es lo más probable, creer que la idiosincrasia argentina cambió es una ilusión en la que caímos muchos y muchas veces, porque es parte de sus “cualidades” la de ir cruzando de una vereda a otra como un borracho que no puede mantenerse en una línea más o menos recta. Unos años de esperanza, otro tanto de angustia. ¿Estaremos condenados a vivir así? ¿O estaré gloriosamente equivocado? Estoy en eso, como se debe notar. Simplemente no sé si los argentinos pueden cambiar. Si las personas pueden cambiar, o, mejor dicho, mucho mejor dicho, si ese cambio está en mi tiempo. Que podemos cambiar los sabemos y lo hacemos. Algunos más, otros menos. Algunos más rápido, otros a paso lento. Pero eso es parte de la diversidad. Una cuestión importante en este tema es nuestra historia. Cuán pesado es el bagaje histórico que tenemos desde nuestra infancia como cultura, como país. Cuánto nos pesan los años sometidos a la estupidez española, de saqueo y conveniencia. Vomitándonos los valores que hoy todavía permanecen en nuestro barrio, en nuestros pueblos. Los valores que yo detesto, pero los entiendo. Es a ese rumbo, el de un túnel muy oscuro pero que todos sabemos como termina, al que le tengo miedo. Salimos de una crisis, como hemos salido de otras, y estamos mejor, como lo hemos estado. Parece que bajo esta lógica, no queda otra opción que la de volver a caer. ¿O habremos aprendido algo? Que vivir en un país más justo se puede y depende sólo de nosotros. Sobretodo de nosotros individualmente, porque ya sabemos que no podemos pedirle justicia a los poderes, a las instituciones, a los polos empresarios. Ya sabemos que eso es perder tiempo, generar rabia, impotencia. Dejemos de exigir de los demás y comencemos a exigirnos a nosotros, pero no como obligaciones que nos pesen cumplir, sino como la única forma sana y justa de vivir.

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